viernes, 29 de marzo de 2013

MADRILEÑOS ILUSTRES: MESONERO ROMANOS





Si tuviera que elegir un contrincante para batirme en duelo por el amor de esta ciudad, este sería sin duda alguna Ramón de Mesonero Romanos.

De buena familia salmantina de ideales liberales, pronto tuvo que hacerse con el negocio familiar al morir su padre, siendo Ramón aun muy joven. Sin embargo esto no le impidió ejercer de escritor y periodista, pero sobre todo de retratista de las costumbres y encantos de la capital, que será una constante referencia en sus obras, una musa a la que le dedicará sus letras.
Fue uno de los fundadores del Ateneo de Madrid en el palacio de Abrante (aunque en la actualidad se encuentre en la Calle del Prado), institución dedicada la difusión de los avances científicos y de la literatura española, a través de ciclos de conferencias y de la formación de una biblioteca que en la actualidad es su mayor tesoro.
Mesonero Romanos era además asiduo de las reuniones en el Parnasillo, ese café de escritores en la Calle del Príncipe, donde se reunían también Mariano José de Larra o José de Espronceda.
Fue nombrado funcionario e inspector de obras públicas y participó activamente en la renovación urbanística, para lo que pasó varios meses en el extranjero, estudiando ciudades como París, Londres o Bruselas. Y proponiendo mejoras en una ciudad que se quedaba atrasada con respecto a Europa.   
Pero si por algo es recordado El curioso parlante, el seudónimo con el que firmaba sus artículos, es por los relatos costumbristas de la Villa de Madrid. Sin pretensiones, sin críticas, Mesonero Romanos se acerca a los madrileños con la misma humildad y gracia con la que ellos viven. Mientras que otros trataban la situación política y la verdadera historia del momento, él se concentró «en aquellos pormenores y detalles que por su escasa importancia relativa o por su conexión con la vida íntima y privada, no caben en el cuadro general de la historia, pero que suelen ser, sin embargo, no poco conducentes para imprimirla carácter y darla colorido».

Nunca idealizó Madrid, e incluso supo hacer humor de nuestras carencias, y siempre se quejó de que nuestro modesto Manzanares no pudiese compararse a otros ríos caudalosos como el Sena o el Támesis. Pero es que su Madrid son los madrileños, son las calles llenas de historia de las que habló en Escenas Matritenses, donde la ciudad se retrata a través de las anécdotas de sus habitantes. También propuso guías por el Madrid antiguo (seguiremos alguna en esta página) donde reunía datos y acontecimientos en los lugares destacables de la capital.
¿He dicho que su Madrid es el de los madrileños? Eso no es cierto, es también el de los visitantes que se encuentran por primera vez con esta ciudad de encantos ocultos que a veces has de mirar dos veces, que ha sido maltratada, derribada y construida de nuevo una y otra vez, donde un palacio del siglo XIX tiene que rozarse con el impersonal cemento y aluminio de una torre de oficinas, pero una ciudad llena de detalles, de rincones y de personas que la hacen mágica. El Madrid de Mesonero Romanos desfila por la calle tras la ventana de un café en el que disfrutas de un chocolate con churros mientras miras la vida pasar.

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