miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA CATEDRAL DE MEJORADA DEL CAMPO, O COMO UNA LOCURA TOMA FORMA




Repasando entradas anteriores, parece que Madrid se limite a todo lo que hay dentro de la M·30, pero la comunidad también ofrece magníficas visitas y curiosidades. Hoy dejamos la Villa y Corte y nos marchamos al pueblecito de Mejorada del Campo, a quince kilómetros de Alcalá de Henares.

Mejorada del Campo es un pueblo tranquilo, con grandes zonas residenciales que rodean un pequeño casco antiguo. Resulta bastante impresionante cuando, llegando a la rotonda que gira de la Calle Miguel Hernandez a la de Antonio Gaudí, te das de bruces con una catedral en obras, arquitectónicamente inclasificable. La Catedral de Nuestra señora del Pilar, proyectada y construida por el vecino Don Justo Gallego Martínez, es sin duda el monumento principal del pueblo y una visita obligada si estás de periplo por la zona de Alcalá de Henares.

¿Pero quién es éste tal Don Justo? Muchos le recordamos por un anuncio de Aquarius donde ya se vislumbraba parte del edificio, pero no es hasta que entras en él que te das cuenta hasta dónde puede llegar un sueño a base de constancia y buen ánimo.

Justo Gallego Martínez nació en 1925 con una devota fe católica que le llevó al monasterio a la edad de veintisiete años, si bien lo abandonó nueve años más tarde. Fue entonces, de regreso en su pueblo y con unas tierras heredadas de sus padres, cuando Justo decidió levantar un templo sin respaldo de la iglesia católica, sin conocimientos de arquitectura, y con tan sólo un par de libros de catedrales de todo el mundo que le servirían de inspiración para la idea que dibujó en su cabeza.




Con tiempo, ganas y la ayuda, primero de sus hijos y luego de vecinos y voluntarios, el proyecto fue tomando forma hasta convertirse en un imponente templo que cuenta con veintiocho cúpulas, dos torres que llegarán a medir sesenta metros, un claustro y cripta. Tanto en el interior como en el exterior queda patente la carencia de conocimientos en cuanto a edificación, de un hombre que no ha estudiado siquiera albañilería, lo que hace temer por el futuro del templo una vez Justo desaparezca. Porque es cierto que hay zonas que no ofrecen mucha seguridad, no hemos de olvidar que se trata de una obra incompleta que utiliza materiales reciclados no siempre en perfecto estado. Pero os puedo asegurar que entrar en ella es entrar en la imaginación ambiciosa de este hombre, en su amor por lo que está haciendo y aceptar la idea de que uno consigue lo que se propone. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

DEL POR QUÉ A LOS MADRILEÑOS SE LES CONOCE COMO GATOS

Al madrileño castizamente se le conoce como gato, pero ¿de dónde surge este apelativo?  Para encontrar el origen de este apodo tenemos que viajar en el tiempo hasta el año 1083.
 
Riña de Gatos, Francisco de Goya 1786-1787
En el año 865, Muhammad I, hijo de Abderramán II, mandó fortificar la aldea de Mayrit con una muralla (otro día veremos el origen del nombre de Madrid) de tal forma que, pese a los numerosos intentos, la villa se convirtió en inexpugnable hasta 1083. Es en este año cuando el rey Alfonso VI de Castilla decide conquistar Toledo y se da cuenta de que debe liberar Mayrit con el fin de no dejar ningún bastión en la retaguardia.

Una vez sitiada la villa de Mayrit se dieron cuenta de que les era imposible franquear las murallas. Sin embargo, un joven, que de joven que era parecía casi un niño, había conseguido burlar a los guardias y colarse entre los guerreros del campamento. Fue llevado ante el rey, el cual al preguntar su nombre obtuvo como respuesta: Me llaman Gato. Así era conocido por su destreza a la hora de saltar y escalar muros que para otros eran inalcanzables.

El muchacho se encontró a la mañana siguiente escalando uno de los muros de Mayrit ante la atenta y sepulcral mirada de sus compañeros. Cuando alcanzó una de las torres de vigilancia lanzó una cuerda para que el resto de soldados pudiesen trepar. Así, aquel joven consiguió una victoria para los cristianos aquel día. Así, dicen, se reconquistó Madrid.

Con el paso del tiempo se ha olvidado el nombre de aquel joven, solo se recuerda que cambió su nombre de familia por el de “Gato” y que incluyó en su escudo de armas al felino que le sirvió de inspiración.

Hoy, pese a que en un principio se usaba el apelativo de gato para referirse a un madrileño que tuviese arrojo, se conoce como gato a todo aquel nacido en Madrid. Es más, sólo se es gato, gato si los dos padres de uno han nacido en la ciudad.

lunes, 9 de septiembre de 2013

LA ESTATUA DE FELIPE III Y EL CEMENTERIO DE GORRIONES

La curiosa historia de hoy nos lleva hasta la Plaza Mayor, hasta los pies de una estatua que a muy buen seguro la gran mayoría conocerá: la que representa al rey Felipe III a lomos de su caballo.
Estatua de Felipe III en 1915. [Postales de Madrid] Fotpia. Castañeira, Alvarez y Levenfeld

La estatua fue realizada en 1616 por Juan de Bolonia el cual hizo el vaciado en bronce y por Pietro Tacca que remataría los detalles de la misma. Pese a todo, la estatua no ha estado toda su vida en el sitio en el que hoy la conocemos. Hasta 1617 permaneció en los jardines de el Reservado del palacio de los Vargas de la Casa de Campo, momento en que la reina Isabel II, a propuesta de Ramón Mesonero Romanos, manda trasladar la estatua a la Plaza Mayor.

Sin embargo, en 1873, con la proclamación de la República, se la traslada a un almacén con el objetivo de ocultarla del público, ya fuese para protegerla de cualquier desperfecto o para evitar cualquier símbolo de la monarquía. La estatua volvería a su ubicación anterior con la subida al trono de Alfonso XII.

Años más tiene lugar la historia que hoy nos atañe. Estamos en 1931, momento en que tiene lugar el alzamiento de la II República, es durante este período cuando la estatua sufre un mayor número de destrozos. Un día, un militante de izquierdas se aproxima a la estatua con un artefacto explosivo con la idea de introducirla en su boca y así dañar a la misma. Lo que nadie esperaba en el momento en que la explosión tuvo lugar es que junto a los restos de la estatua volaran por los aires miles de pequeños huesos que dejaron estupefactos a los allí presentes.

¿De dónde provenían aquellos huesecillos?

Los restos pertenecían a gorriones que se apoyaban en la boca del caballo y caían en su interior, ignorando que se trataba de una trampa mortal para ellos, ya que les era imposible volver a salir aleteando debido a la estrechez del cuello del equino. Terminaban así las diminutas aves presas, aleteando hasta morir.

El escultor Juan Cristóbal reformaría la estatua durante la II República, impidiendo de paso que volviese a convertirse en un cementerio de gorriones.

lunes, 2 de septiembre de 2013

...DEL RATÓN PÉREZ Y ALGÚN QUE OTRO ROEDOR




El rey niño Buby I colocó su diente debajo de la almohada, como es costumbre hacer, y esperó impaciente la llegada del ratoncito. Ya se había dormido cuando un suave roce lo despertó.

Contaba Alfonso XII la edad de ocho años cuando vino a caerle su primer diente. Su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena (entre nosotros, Doña Virtudes), para paliar el trauma que podía ocasionarle tal hecho a su infante decidió pedir al Padre Coloma que tuviera a bien escribirle un cuento.

Coloma creó un cuento en el cual el rey Buby (que es como la reina llamaba en la intimidad a su hijo Alfonso) acompaña en un viaje a un bondadoso roedor que acude a palacio en respuesta a la carta escrita por el monarca por la caída de un diente.

De pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente. Incorporóse de un brinco, sobresaltado, y vió delante de sí, de pie sobre la almohada, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo crudo y una cartera roja, terciada a la espalda

El rey Buby acaba acompañando al ratón para entregar un regalo a otro niño, descubriendo durante sus peripecias las miserias y penurias que pasan sus subditos.

Pero, ¿sabíais que el famoso ratonzuelo vivió, o vive, en una de las calles más concurridas de nuestra capital? Coloma en su cuento menciona que vivía en la tienda de Carlos Prast: una confitería y tienda de ultramarinos muy famosa en la época situada en la calle Arenal número 8.

Allí era donde vivía la familia de Ratón Pérez, bajo el pabellón de Carlos Prast...
Hoy día podemos encontrar una placa conmemorativa en la fachada de la casa del que fuera, y es, el más querido ratón por los niños (lo siento señor Walt, el suyo nunca ha sido muy de ir repartiendo regalos gratuitamente). Aún más, desde el 2008 cuenta con una pequeña casa museo que podéis visitar en la misma dirección que mencionaba Coloma.


domingo, 16 de junio de 2013

EL DERECHO A CREAR




Si hay algo que deseaba con ganas es que llegaran tardes como las de hoy, de calor veraniego y helados en la Plaza de Oriente. Los domingos madrileños invitan a sentarse frente al Palacio Real para ver pasar a la gente mientras escuchas música de arpa.
En esas estaba yo esta tarde, disfrutando de mi cucurucho de limón y menta, y riéndome con ganas.
Cerca de los escalones que dan la cara al palacio dibujaba un ya conocido artista para cualquier madrileño que le guste caminar por el centro.
John Colley es un británico, con larga experiencia en el mundo de la publicidad y la fotografía, que un día decidió cruzar el canal y venirse a España a retratar nuestros maravillosos monumentos de una manera tan sencilla, bonita, limpia y sincera que consiguen quitarte de los ojos la cortina de indiferencia que ha ido levantando la costumbre de verlos cada día.
Yo le había visto un par de veces y siempre me quedaba embobada. Conseguía que viajara hasta un día de mi niñez que pasé en el Parque del Retiro viendo pintar a mi padre en el suelo. ¿Hay algo más democrático y altruista que el arte en la calle?
Sin embargo hoy nos hemos acercado por otra razón. Un grupo de personas se amontonaban a su alrededor, protestando porque una pareja de policías municipales le pedían que se fuese porque ocupaba la vía pública. En seguida nos hemos unido todos a increparles. Ha sido una situación muy triste y vergonzosa.
Parece ser que a nuestra alcaldesa no le va a importar abarrotar la Puerta del Sol de terrazas que llenen bien las arcas del ayuntamiento, y de paso impidan cualquier tipo de manifestación, pero un artista retratando NUESTRO Madrid es una molestia.
El arte, en cualquiera de sus formas, es una virtud que moldea tanto al que lo crea como al que lo observa, que nos conmueve, nos hace pensar o sencillamente nos regala los sentidos.
En todo esto pensaba cuando nos alejábamos del tumulto sin saber como ha acabado. A pocos pasos de ahí, un furgón de la guardia civil se tragaba media acera. Supongo que eso no es estorbo, ni ocupación de la vía pública, no es arte, no es tan peligroso…

Os invito a todos a echar un vistazo al blog de este artista y a su mágica visión de España:

miércoles, 29 de mayo de 2013

EL COCODRILO DE SAN GINÉS

fotografía de Luís García (Zaqarbal)


Seguramente muchos hemos pasado cientos, si no miles, de veces por delante de la iglesia de San Ginés. A tiro de piedra entre la Plaza de Sol y la de Ópera, en plena calle Arenal, se levanta este edificio dedicado al mártir San Ginés de Arlés.

Fue construida en el año 1640 utilizando los materiales del templo que se encontraba en el mismo lugar hasta su derrumbe. En su interior podemos encontrar un sinfín de tallas y cuadro de un valor inestimable, incluso las cicatrices que la Guerra Civil dejó en su rostro, durante la cual sirvió de cuartel a los Republicanos.

Pero no estamos hoy aquí para hablar de su valor histórico, ni de los maestros literarios que allí fueron bautizados, como Lope de Vega, o contrajeron matrimonio, como Francisco de Quevedo. No, hoy queremos hablaros del cocodrilo disecado que habitaba en su interior hasta hace unos años. Se dice que fue Alonso de Montalbán, comisionado de los Reyes Católicos, el cual durante un viaje por las Américas fueron atacados por un grupo de cocodrilos. Consiguieron ponerse a salvo en la isla de Portobello donde, al parecer, les atacó otro gran lagarto. Alonso se encomendó a la Virgen de los Remedios para que los salvase y, casualidad o milagro, un árbol se partió en dos matando al cocodrilo que pretendía darse un festín con el aventurero.

Alonso de Montalbán regresó a Madrid, donde mandó esculpir a la Virgen y colocar al gran lagarto a sus pies.

Hace no mucho el cocodrilo desapareció del templo, según dicen debido a que el párroco se cansó de recibir más visitas a ver al reptil que las movidas por la fe.

¿Alguno llegastéis a ver el cocodrilo?

viernes, 17 de mayo de 2013

UNA FINAL PARA SOÑAR: EL ATLÉTICO TAMBIÉN BUSCA SU DECIMA

El Atlético celebra la por entonces conocida como Copa del Generalísimo de 1960
Cuando el Borussia Dortmund eliminó al Real Madrid, los medios de comunicación nacionales hicieron hincapié en que se acababa el sueño de la Décima. Un sueño que se quedó dormido en la ‘Casa Blanca’, pero que despertó en la otra parte de la ciudad. En la Ribera del Manzanares, donde las aguas vuelven a bajar tranquilas desde que el Cholo Simeone impuso su ley, heredan el lema: ¡A por la décima… Copa del Rey!

Pese a que el presidente Vicente Calderón, en un arrebato de desconsolación tras perder la Copa de Europa ante el Bayern de Munich en 1974, calificó a su propio club como el ‘Pupas’, si analizamos fríamente el palmares, el adjetivo está en desacorde con la historia. De sobra es conocido que han probado el sabor de la derrota, pero también el de la victoria. Y de todos los colores. Sólo hay un trofeo que falta por rellenar en sus vitrinas, si bien es cierto que se trata de la obra maestra: la Liga de Campeones. El resto, en sus 110 años de vida, han caído en manos rojiblancas al menos una vez.

Sin embargo, el número de alirones está acotado. Ninguno de los títulos se puede contar con dos decimales. Esta temporada tienen la oportunidad de conseguir que el torneo del KO se pueda sumar con las dos manos sin esconder ningún dedo. Se dice que son un equipo copero y podrían demostrarlo liderando su ranking particular.

Lo que pasa en la Copa del Rey no se repite en ningún otro campeonato. Y si el protagonista es la escuadra colchonera, el guión se convierte en una tragicomedia. Hay un dato que demuestra hasta qué punto la curiosidad rebasa la lógica. De las 9 finales que han tenido color rojiblanco, en todas (menos en la última) el escenario ha sido el Santiago Bernabéu, el estadio del eterno rival, el mismo que le pisotea en el siglo XXI y que, para más inri, es el rival de esta noche, el obstáculo para entrar en la decena.

El galardón se hizo de rogar. La primera conquista tuvo lugar en 1960, cuando la entidad ya tenía 4 Ligas. El conjunto merengue dobló las rodillas ante los Griffa, Adelardo, Peiró y compañía. Tuvo su secuela la temporada siguiente. La víctima cambió en la tercera edición, ‘rodada’ en 1965, con el Real Zaragoza como perjudicado. La misma que reincidió once años después. Antes, el Valencia había sucumbido ante Luis Aragonés y su tropa en 1972.

La sexta se alcanzó en la 84/85 ante el embrión, el Athletic de Bilbao, que defendía trono. La era Gil se inició a raíz de una derrota ante la Real Sociedad, pero sirvió como inauguración de casillero en la 90/91 ante el Mallorca, que tuvo reedición ante el Real Madrid al año siguiente, justo antes de abrir las compuertas para la reconversión en Sociedad Anónima Deportiva. Desde entonces, sólo han recogido de manos del Rey la Copa una vez, la que formó pareja con el campeonato liguero en el Doblete. Tres intentos fallidos han construido un desierto de títulos nacionales desde entonces.

El 17 de mayo de 2013 puede coronarse como una nueva fecha que resetee todo el pasado plagado de estadísticas en contra y en el que se plante una nueva ilusión para que la grandeza del Atlético de Madrid vuelva a florecer.

Víctor Goded


miércoles, 1 de mayo de 2013

CARTAS A LORRAINE (O LOS AMORES DEL 2 DE MAYO) II



Madrid a 28 de Abril de 1808

Mi tan amada Lorraine,

Ha pasado tanto desde que te mandé unas breves líneas escritas que mi alma se rompió en mil pedazos. No tengo disculpa, no intentaré buscarla, pero si pudieses llegar a imaginar lo que he pasado estas últimas semanas podrías, al menos, pensar el perdonarme.

¡Fui a Aranjuez! Como te dije me reuní con Quirós y José, ¡ay de mis viejos amigos! Como si les conociera José me esperaba bota de vino en mano, ya achispado, animándonos en nuestra aventura. Quirós en cambio mostraba un semblante gris, taciturno, no levantaba la mirada del suelo, como intentando no tropezar con sus propios pies. A ratos se agachaba a recoger guijarros del suelo que guardaba cauteloso en su bolsa, cuando le pregunté el por qué de sus actos solamente alcanzaba a responderme: Por Nosotros.

Llegamos a Aranjuez, Lorraine. En otro momento te hubieses enamorado de sus calles, casi tanto como yo lo estoy de ti. Pero aquel día las calles eran una masa humana que deambulaba de esquina a esquina. Nos unimos a ellos hasta ir a parar frente al palacio de Godoy. Cuando nos unimos a la turba yo no sabía bien si de verdad era Godoy quién se escondía tras aquellos muros, la gente gritaba, se agolpaba y conjuraba ideas de muerte y fuego. Quirós no hacía más que palpar su bolsa llena de piedras.

Hubo un momento en que una de las ventanas se abrió y de ella surgió una figura que quedó ensombrecida por la luz, intentó apaciguarnos con palabras. Cosa que al principio parecía estar consiguiendo, hasta que de algún sitio surgió un diminuto proyectil que impactó sobre la sombra que nos hablaba, al impacto respondieron gritos de jubilo, exaltaciones de la patria...y todo se volvió un caos. Quirós sonreía a mi lado con una segunda piedra lista en su mano. El animal humano que formábamos en aquel momento se impregnó de tal locura que poco puedo entender lo que pasó después: asaltamos el palacio, destruimos, quemamos, destrozamos, violamos todo lo que encontramos a nuestro paso. Dicen algunos que incluso, nuestro ahora rey Fernando, se encontraba entre las manos que intentó apresar a Godoy. Parecía que jamás conseguiríamos encontrarle hasta que salió a beber agua, en aquel momento fueron legión las manos que le rodearon.

Han pasado días y aún no consigo olvidar aquel momento. A mi vuelta a Madrid no encontré otra cosa mas que la pesadilla aún más grande. Vi a Fernando pasearse como nuevo rey desde Alcalá hasta el Palacio de Oriente, un rayo de esperanza. Una esperanza inocua, me hablan de Murat, que se niega a reconocer al nuevo rey, me dicen que le engañarán con falsas promesas, me hablan y mientras me cuentan sus tropas cubren nuestras calles.

Madrid está invadida. Madrid ha sido forzada a perder su virginidad.

Te escribiré pronto amada mía,

Ojalá recuperemos las calles en que nos conocimos,

siempre tuyo,

J.

martes, 30 de abril de 2013

MANUELA MALASAÑA



Que la guerra es el invento más deleznable del ser humano no hay quien lo discuta. Vemos las imágenes y pensamos que ellas deberían educarnos para que no volviese a pasar, y sin embargo pasa. Ese fue uno de los propósitos de Los desastres de la guerra, informar, pero también sacudir el alma del espectador, una llamada de atención que le hiciese desear que eso nunca volviera a pasar. Pero pasó, pasa y pasará.

El 2 de Mayo del 1908 soldados franceses entraron en el Palacio Real para llevarse al infante Francisco de Paula, hijo de Carlos IV. El pueblo de Madrid sabía bien que significaba eso, las fuerzas napoleónicas pretendían reinar en España. Una llama de patriotismo, o tal vez de miedo por no querer que extranjeros pudieran cambiar la que era nuestra identidad, hizo que el pueblo de Madrid se levantara contra el invasor en una sangrienta contienda de la que Francisco de Goya hizo todo un reportaje al más puro estilo de los fotógrafos de guerra del siglo XX. Como toda contienda, se llevo a seres humanos maravillosos fuera de un enfrentamiento que no iba tanto con ellos como con los poderosos que se mantenían seguros en sus palacetes, haciendo el trabajo «logístico». Cuántas vidas cortadas, qué escenas tan terribles.

En estas circunstancias siempre se busca un personaje que represente a muchos. Un nombre que sirva de homenaje a los olvidados. En Zaragoza fue Agustina de Aragón, nuestra Juana de Arco particular, y en Madrid una menos guerrera Manuela Malasaña.

La señorita Malasaña no era una dama de alta cuna, ni siquiera de clase media, era una costurera de quince años con raíces francesas (¡Qué ironía!), que vivía en la calle San Andrés Nº4, muy cerquita de la Plaza de Bilbao.
La leyenda quiso hacerla activa en la lucha contra los franceses, y dicen que luchó en el Parque de Artillería de Monteleón, actualmente la Plaza del Dos de Mayo, donde el capitán Daoíz entregó armas al pueblo.
Pero lo más probable es que asustada por los fuegos que se oían en la zona, se quedara refugiada en el taller de costura en el que trabajaba. Al abandonarlo más tarde se cruzó con un par de soldados franceses que le acusaron de esconder armas y le pegaron un tiro en la cabeza. Fuera como fuese, una improvisada soldado, o una víctima de la barbarie que asoló toda la zona de Bilbao a Gran Vía y de Fuencarral a San Bernardo, lo cierto es que Manuela terminó entre los montones de muertos y que, como cuenta Galdós, la zona se inundara “de gente del pueblo, especialmente de mujeres, que reconocían los cadáveres”.

A Manuela Malasaña se la enterró en el cementerio del Hospital de la Buena Dicha, en la calle Silva, a pocos metros de donde encontró su muerte. El cementerio desapareció y con él sus restos y los de otros cientos de madrileños que lucharon por una nación que terminó liberada, sólo para ponerse un yugo más pesado, el de Fernando VII.
Sólo quince años, nunca pisó la tierra de su padre, que de la noche a la mañana se convirtió en enemigo de su ciudad, de su barrio. Un retrato en el Museo de ejército la representa más mujer, más valiente, más pudiente. Nada que ver con una costurera, demasiado joven para conocer los desastres de la guerra.

Sirva ella de homenaje a los que cayeron por las decisiones de los poderosos. Un recuerdo a los que, por no tener nada que perder, se convirtieron en héroes y mártires por una clase que ni siquiera les miraba. Que nunca olvidemos que el Dos de Mayo no simboliza el patriotismo, sino el poder del pueblo.

viernes, 26 de abril de 2013

YO SERÉ TU SEGUIDOR, YO CONTIGO HASTA MORIR


Amistoso entre el Athletic y el Atlético en 1913

La pasión en el fútbol se puede entender de muchas maneras. Hay una muy particular, que no única. Algunos se atreven a decir que es un estilo de vida, incluso una forma de pensar. Metáforas aparte, la realidad es que hoy un equipo balompédico español cumple 110 años de vida: el Atlético de Madrid. ¡Felicidades!

“Qué alegres son los colores, de tus rayas roja y blanca”, reza uno de sus himnos. Aunque actualmente identificamos el rojiblanco con el conjunto del Manzanares, su primer uniforme fue blanquiazul. Si analizamos sus orígenes, parece que nació en una mezcla de melancolía y rencor. Fue fundado el 26 de abril de 1903 por un grupo de estudiantes vascos de la Escuela Especial de Ingenieros de Minas que residían en la capital, con la idea de formar un filial del Athletic Club, y de socios disidentes del Madrid CF, una escuadra con apenas un año de vida. Ellos son los ‘culpables’ de que viera la luz el Athletic Club de Madrid. Es el resultado de una reunión que había empezado la noche anterior.

“Eres de España aureola y del fútbol el coloso”. Eduardo de Acha es el segundo presidente del club, aunque el verdadero ingeniero del proyecto. En uno de sus viajes a Bilbao, contactó con los ‘leones’ para un asesoramiento de todos los trámites necesarios con el objetivo de ‘construir’ una sucursal en la ciudad madrileña, una idea bien acogida. Les proporcionaron los estatutos, el escudo e incluso posteriormente les ‘cedió’ futbolistas para la disputa de la Copa de España. Sustituyendo a Enrique Allende, se convirtió en el capitán de la nueva sociedad la misma temporada de su institución. Abandonó su cargo el 20 de febrero de 1907, el día en el que el Atlético de Madrid de ‘emancipaba’ de su patrón vasco.

“Eres siempre tú el primero por tu juego sin igual”. El primer partido de la historia colchonera data del 2 de mayo, fecha que no fue escogida precisamente al azar: Era la conmemoración de la Guerra de la independencia. El escenario fue un campo que había detrás de las tapias de El Retiro, en lo que actualmente se conoce como la calle de Menéndez Pelayo. Fue protagonizado por 24 socios y arbitrado por el tesorero, Enrique Goiriki. Dos rivales de doce jugadores cada uno. En un lado, equipados de azul y blanco y el otro todo de blanco. Probablemente ha sido la única vez que el Atlético de Madrid haya tenido la misma camiseta que su eterno rival. Todo quedó en familia. Tanto, que se desconoce el marcador final.

“Cuando al quedar vencedores, todo el público te aclama”. En 1904 Madrid lucía ya dos equipos del deporte rey. Fue el mejor momento para disputar el primer derbi. Había lazos de amistad entre ambas aficiones. Tal vez por ello no dolió tanto el 6-0 que les endosaron los merengues. Pero la (diplomática) venganza es un plato que se sirve muy frío. El 6 de diciembre de 1906, en su primera participación en un torneo oficial, el Athletic venció por una ‘manita’ (5-0) a su rival. El reto estaba lanzado… 


Víctor Goded

Fuente: Wikipedia
Sentimiento rojiblanco

lunes, 22 de abril de 2013

EL JARDÍN ESCONDIDO


En la mismita Plaza de la paja, haciendo esquina con la calle Segovia, se esconde un pequeño tesoro del XVIII, que se nos había ocultado a los madrileños hasta hace unos años: El Jardín del Príncipe de Anglona.
Perteneciente a la casa palaciega a la que está pegado, casa que perteneció al consejero real de los últimos años de Fernando el Católico y primeros de Carlos I, Francisco de Vargas, su aspecto tal y como lo conocemos data del siglo XVIII, junto a la restauración del edificio ordenada por los Marqueses de la Romana, que buscaba un aire más neoclásico, a tono con los cánones arquitectónicos de La Ilustración.


Abierto al público desde el 2002, cuando el ayuntamiento de Madrid ocupó el primer piso del edificio, el jardín es un diminuto oasis donde conviven el canto de los pájaros con el tráfico cercano y las perennes obras en la zona. Cuatro parches de césped enmarcados con setos bajos rodean la fuente baja central de granito, que está, desgraciadamente, fuera de funcionamiento. El pavimento empedrado no apto para tacones, dibuja graciosas formas alrededor de la vegetación.
Al fondo, pegando a la fachada que da a la Calle Segovia hay un par de zonas de césped más, con bancos que invitan a sentarse a la sombra, y una preciosa pérgola, gemela de la que se encuentra en la entrada, que a finales de la primavera se llena de rosas.

En una esquina, tal vez el rincón más peculiar, hay una plataforma de ladrillo con un bonito cenador, donde no es raro ver por las tardes chavales estudiando, o parejas jóvenes que llevan allí a jugar a sus hijos.
Lo más curioso es la cantidad de clases distintas de árboles y setos que se pueden encontrar en un lugar tan pequeño. Plátanos y acacias, combinan con arbustos como madroños, laureles o lilos.
Un lugar para perderse con un buen libro en las tardes de verano. 

jueves, 18 de abril de 2013

CARTAS A LORRAINE (O LOS AMORES DEL 2 DE MAYO)

Lo expuesto a continuación es la primera de una serie de cartas encontradas en un viejo escritorio. Desconozco si alguna vez fueron recibidas por su destinatario o siquiera enviadas.

Palacio del Buen Retiro, grabado de Juan Álvarez de Colmenar, principios del siglo XVIII



Madrid a 16 de Marzo de 1808


Mi estimada Lorraine,


Perdona mi demora en escribirte estas líneas. Si supieras...si llegases mínimamente llegar a comprender la situación en que se encuentra la ciudad que vio nacer nuestro amor. Se me escapan las palabras para describirte lo que ocurre a nuestro alrededor.

¿Recuerdas nuestros paseos por las calles de Madrid? Como nos reíamos entonces al ver a tus compatriotas franceses pasar a nuestro lado, tu me hablabas de vuestras costumbres y yo, confieso que cuando no me interesaban, te callaba con un beso. Como recorría las calles cogido de tu mano intentando ser yo quien te contase la historia que teníamos alrededor.

Ay, mi petite amie, si llegases a ver a través de mis ojos lo que yo veo. Aquel parque del que yo tanto me enorgullecía, aquel del que te conté mil veces que gracias a nuestro buen rey Carlos III al fin podíamos disfrutar todos, aquel que me servía para hacerte fruncir tu ceño, comparándolo con tus Campos Elíseos, y disfrutar de los hoyuelos de tu boca cuando intentabas enfadarte. Ay, mi buen Retiro yace ahora pisoteado y maltrecho por las botas y escupitajos de soldados franceses.

Pasean a sus anchas, Lorraine. Allá donde pisan Madrid no vuelve a ser la misma. Hacen de nuestras casas las suyas echándonos a las sucias calles que tan dedicadamente se molestan en manchar antes.

Pagamos la batalla que tuvo lugar allá en el sur, en un sitio llamado Trafalgar. Te confieso que desconozco si realmente existe tal sitio, pues sabes que nunca salí de esta mi ciudad, aunque ansío reunirme contigo en París o cualquier otro lugar. No conozco, decía, si existe o no, pero me cuentan mis compañeros que así es, y que tuvimos que acudir junto a Napoleón por un acuerdo al que llegó nuestro rey, no nosotros. Y ahora pagamos aquella derrota, la pagamos nosotros, no él.

Y se ríen, Lorraine, sobre todo él, nuestro rey, aquel al que llaman Carlos IV. Cualquier calle en la que te detienes puedes escuchar sus carcajadas. No lo decimos sólo nosotros en la penumbra de esas tabernas, que no te gusta que frecuente, rodeado de mis amigos, conocidos y alcohol barato, incluso los pudientes empiezan a murmurar, a demostrar su malestar. Y no es el rey el único que se ríe, su primer ministro Godoy juega con el poder a su antojo mientras nosotros nos tenemos que limitar a observar lo que ocurre a nuestro aldededor. Dicen que ha huido hacia Aranjuez pues hace días que no se le ve.

Te cuento esto porque es a Aranjuez a donde parto. Me han hecho saber que la familia real acudirá en los próximos días. No voy sólo, Lorraine, vamos todos los posibles, incluso algunos nobles nos acompañarán en nuestro viaje para apoyar que nuestro Deseado Fernando porte la corona. Partimos hoy, en unos instantes me reuniré con Ventura, José y Quirós en la Cuesta de San Vicente. No sé si tienes recuerdo de ellos, son aquellos que nos perseguían entonando serenatas envalentonados por el vino, aunque quizás lo dudes son buenos muchachos. No temas por mí pues tan sólo acudimos a demostrar nuestro descontento.


Prometo escribirte de nuevo tan pronto hayamos regresado, aunque para entonces no hayas recibido aún esta carta.

Siempre tuyo,

J.

jueves, 11 de abril de 2013

MUSEO DEL ROMANTICISMO


Entre las pequeñas joyas que tiene Madrid, se encuentra un palacete neoclásico en la calle San Mateo 13, que se convirtió en el sueño de Benigno de la Vega-Inclán, mecenas de las artes españolas y promotor del Museo del Greco en Toledo y del Museo Sorolla, que quiso regalarle a la capital un trozo del XIX español, convirtiendo la que fue residencia de los Condes de la Puebla del Maestre, en un parche dentro de una calle donde abundan los bares y los pequeños negocios de barrio. Pisar su entrada es montarse en una maquina del tiempo que nos transporta al Romanticismo español. 

Una servidora tuvo la suerte de visitarlo antes de una reforma que duró ocho largos años, y he de decir que el lavado de cara es para mejor. 
El principal encanto del Museo del Romanticismo, es que no es propiamente un museo, es una invitación a un palacete decimonónico que nos permite, a través de sus estancias, dibujar el contexto español de una época. 
Salón de baile

Con una pinacoteca envidiable, que va desde los retratos costumbristas de la burguesía a esas pequeñas joyas que son Sátira del suicidio romántico y Sátira del suicidio romántico por amor de Leonardo Alenza, ambos donados por el Marqués de Cerralbo (de cuyo museo hablaremos en otra entrada), las paredes de cada sala no dejan un hueco libre, adaptándose por completo a las costumbres decorativas de hace dos siglos. 

Sátira del suicidio romántico


En él entendemos mejor la turbulenta situación política que pasaba España. El final del reinado de Fernando VII, La Revolución de 1868 (La Gloriosa) que obligó a Isabel II a exiliarse a Francia, el  extranjero, y maltratado por la historia, Amadeo de Saboya, que sirvió de transición hasta que fue proclamada la Primera República... Pero también nos muestra los detalles más nimios del día a día en un palacete del diecinueve. Desde las costumbres y deberes de las mujeres, a los juegos sociales de los caballeros, de la melancolía fatal de Mariano José de Larra (del que conserva su famoso retrato) a los juguetes y la infancia de aquel entonces. 

Entre sus objetos más curiosos destaca un retrete en el que posó sus reales nalgas el rey Fernando VII, la cama de estilo imperio del dormitorio femenino, o un magnífico piano Pleyel encargado por la reina Isabel II. Cada estancia merece el tiempo y el mimo suficiente para no dejar escapar un detalle, por lo que más de una visita se hace necesaria si quieres quedarte con tanta belleza y tantos fetiches. 

Estancia femenina

Si además sales con hambre, o si sencillamente una tarde se te antoja un lugar coqueto para disfrutar de una taza de té y una selección de tartas caseras, el museo ofrece un escenario único en su Café del Jardín, que se puede visitar sin necesidad de entrar a la exposición. 

El Museo del Romanticismo es además un lugar interactivo, donde se celebran talleres infantiles, conciertos y visitas guiadas, todo esto, por supuesto, llamando antes para asegurarte una plaza. 

Café del jardín

En definitiva, una visita ya obligada en Madrid que te deja un sabor tan melancólico como agradable, y que invita a plantarse un miriñaque o un sombrero de copa e irse de paseo en calesa por el Retiro.

miércoles, 10 de abril de 2013

EL PALACIO DE LINARES




Hacía casi quinientos años que Colón llegase a las Américas por una especia de malentendido. Madrid, España en general, se disponía a conmemorar tal acontecimiento cuando los telediarios comenzaron a abrir con una noticia, cuanto menos, sorprendente: las voces de la pequeña Raimunda.

Si caminamos alrededor de la plaza de Cibeles nos encontraremos cara a cara con lo que un día fueron los antiguos almacenes de cereal construidos para paliar cualquier caso de falta de abastecimiento. Allí, en lo que una vez fuesen los antiguos Molinos de Plata y el Pósito Real de Madrid (los almacenes mencionados), se alza el Palacio de Linares, o, como es conocido hoy día, la Casa de América.



El edificio se abrió de cara al público tras una larga rehabilitación en 1992, coincidiendo con el aniversario del descubrimiento de América, acogiendo desde entonces exposiciones, cursos... Pero poco antes el Palacio de Linares saltó a nuestras vidas por una noticia que daba Televisión Española en la que una desconocida por entonces doctora, llamada Carmen Sánchez de Castro mostraba unas psicofonías en las que escuchábamos a una niña que decía: “Mamá, mamá… Yo no tengo mamá”. A una mujer se lamentaba: “Mi hija Raimunda… Nunca oí decir mamá” y otra que recogía una voz masculina que exclamaba: “¡Fuera… no, aquí no!

¿De dónde procedía estas supuesta historia?

Empieza la historia de nuestro emblemático edificio de hoy en el año 1872, cuando José de Murga, primer marqués de Linares decidió adquirir un solar de unos tres mil sesenta y cuatro metros al ayuntamiento de Madrid. Dicho marqués presumía de liberal, hecho que demostró a su hijo firmándole que no creía en los matrimonios de conveniencia y que, si debía casarse, lo hiciese por amor. Si llegase el caso aceptaría incluso a una joven de condición más baja que la suya, así de moderno era nuestro marqués.

Una mañana, o quizá se tratase de una tarde, el hijo de tan moderno marqués, llamado también José, llegó a su casa confesando a su padre lo locamente enamorado que estaba de la hija de una estanquera de la calle Hortaleza. Sus palabras cayeron en saco roto hasta que poco después declarase la relación que mantenía con Raimunda, nombre de la hija de la cigarrera, y las intenciones que tenía de casarse con ella. El marqués cambió su semblante moderno y decidió mandar a su hijo a Londres, alejando a los enamorados.

Suponemos que el joven José de Murga pasa un tiempo en Londres, aprendiendo lo mejor y lo peor que pudo de cada situación, para al final regresar a Madrid. Regresa a la muerte de su padre, siendo así el heredero del título. Sin una figura paterna que le reprochase sus paseos y miradas indebidas, José visita a su amada y cumple lo que dejó pendiente años atrás: marqués e hija de estanquera acaban por contraer matrimonio.

Días, años, o quizá meses después de tan felices nupcias, José deambula por la casa y se entretiene abriendo y cerrando cajones investigando su contenido. Cuál sería su sorpresa al encontrar una carta de su padre que no le fue entregada. En aquella misiva José descubrió que su padre había sido infiel a su madre, descubrió la relación adultera que había mantenido con una estanquera, de una calle cercana llamada Raimunda. No eran pocos los sentimientos encontrados que pudieron cruzar por su mente en aquel momento, menos aún al descubrir que de aquellos encuentros tuvo fruto el nacimiento de una niña, llamada, al igual que su madre Raimunda.

Podemos imaginar el impacto que pudo tener en José de Murga tal noticia, se había casado con su propia hermana, podemos intuir la reacción de ambos al volverse hacia el fruto de su amor, aquella pequeña criatura, que habían dado a luz poco atrás. José y Raimunda habían tenido descendencia, una pequeña que había recibido el mismo nombre de su madre y su abuela. 

 

Y aquí es cuando empiezan nuestras leyendas.

Unas dicen que la pequeña Raimunda fue enviada a un monasterio, otra que fue enterrada o emparedada.

La tan famosa casa de muñecas, que se supone fuese uno de los lugares de recreo de la pequeña Raimunda, ha acabado siendo un almácen. Tan nombrada casa tiene fama de ser la prueba de que la pequeña Raimunda existió. Si tenéis la oportunidad de visitar la Casa de América no dudéis en visitarla y contarnos vuestras sensaciones.