jueves, 18 de abril de 2013

CARTAS A LORRAINE (O LOS AMORES DEL 2 DE MAYO)

Lo expuesto a continuación es la primera de una serie de cartas encontradas en un viejo escritorio. Desconozco si alguna vez fueron recibidas por su destinatario o siquiera enviadas.

Palacio del Buen Retiro, grabado de Juan Álvarez de Colmenar, principios del siglo XVIII



Madrid a 16 de Marzo de 1808


Mi estimada Lorraine,


Perdona mi demora en escribirte estas líneas. Si supieras...si llegases mínimamente llegar a comprender la situación en que se encuentra la ciudad que vio nacer nuestro amor. Se me escapan las palabras para describirte lo que ocurre a nuestro alrededor.

¿Recuerdas nuestros paseos por las calles de Madrid? Como nos reíamos entonces al ver a tus compatriotas franceses pasar a nuestro lado, tu me hablabas de vuestras costumbres y yo, confieso que cuando no me interesaban, te callaba con un beso. Como recorría las calles cogido de tu mano intentando ser yo quien te contase la historia que teníamos alrededor.

Ay, mi petite amie, si llegases a ver a través de mis ojos lo que yo veo. Aquel parque del que yo tanto me enorgullecía, aquel del que te conté mil veces que gracias a nuestro buen rey Carlos III al fin podíamos disfrutar todos, aquel que me servía para hacerte fruncir tu ceño, comparándolo con tus Campos Elíseos, y disfrutar de los hoyuelos de tu boca cuando intentabas enfadarte. Ay, mi buen Retiro yace ahora pisoteado y maltrecho por las botas y escupitajos de soldados franceses.

Pasean a sus anchas, Lorraine. Allá donde pisan Madrid no vuelve a ser la misma. Hacen de nuestras casas las suyas echándonos a las sucias calles que tan dedicadamente se molestan en manchar antes.

Pagamos la batalla que tuvo lugar allá en el sur, en un sitio llamado Trafalgar. Te confieso que desconozco si realmente existe tal sitio, pues sabes que nunca salí de esta mi ciudad, aunque ansío reunirme contigo en París o cualquier otro lugar. No conozco, decía, si existe o no, pero me cuentan mis compañeros que así es, y que tuvimos que acudir junto a Napoleón por un acuerdo al que llegó nuestro rey, no nosotros. Y ahora pagamos aquella derrota, la pagamos nosotros, no él.

Y se ríen, Lorraine, sobre todo él, nuestro rey, aquel al que llaman Carlos IV. Cualquier calle en la que te detienes puedes escuchar sus carcajadas. No lo decimos sólo nosotros en la penumbra de esas tabernas, que no te gusta que frecuente, rodeado de mis amigos, conocidos y alcohol barato, incluso los pudientes empiezan a murmurar, a demostrar su malestar. Y no es el rey el único que se ríe, su primer ministro Godoy juega con el poder a su antojo mientras nosotros nos tenemos que limitar a observar lo que ocurre a nuestro aldededor. Dicen que ha huido hacia Aranjuez pues hace días que no se le ve.

Te cuento esto porque es a Aranjuez a donde parto. Me han hecho saber que la familia real acudirá en los próximos días. No voy sólo, Lorraine, vamos todos los posibles, incluso algunos nobles nos acompañarán en nuestro viaje para apoyar que nuestro Deseado Fernando porte la corona. Partimos hoy, en unos instantes me reuniré con Ventura, José y Quirós en la Cuesta de San Vicente. No sé si tienes recuerdo de ellos, son aquellos que nos perseguían entonando serenatas envalentonados por el vino, aunque quizás lo dudes son buenos muchachos. No temas por mí pues tan sólo acudimos a demostrar nuestro descontento.


Prometo escribirte de nuevo tan pronto hayamos regresado, aunque para entonces no hayas recibido aún esta carta.

Siempre tuyo,

J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario