Madrid a 28 de Abril de
1808
Mi tan amada Lorraine,
Ha pasado tanto desde que
te mandé unas breves líneas escritas que mi alma se rompió en mil
pedazos. No tengo disculpa, no intentaré buscarla, pero si pudieses
llegar a imaginar lo que he pasado estas últimas semanas podrías,
al menos, pensar el perdonarme.
¡Fui a Aranjuez! Como te
dije me reuní con Quirós y José, ¡ay de mis viejos amigos! Como
si les conociera José me esperaba bota de vino en mano, ya
achispado, animándonos en nuestra aventura. Quirós en cambio
mostraba un semblante gris, taciturno, no levantaba la mirada del
suelo, como intentando no tropezar con sus propios pies. A ratos se
agachaba a recoger guijarros del suelo que guardaba cauteloso en su
bolsa, cuando le pregunté el por qué de sus actos solamente
alcanzaba a responderme: Por Nosotros.
Llegamos
a Aranjuez, Lorraine. En otro momento te hubieses enamorado de sus
calles, casi tanto como yo lo estoy de ti. Pero aquel día las calles
eran una masa humana que deambulaba de esquina a esquina. Nos unimos
a ellos hasta ir a parar frente al palacio de Godoy. Cuando nos
unimos a la turba yo no sabía bien si de verdad era Godoy quién se
escondía tras aquellos muros, la gente gritaba, se agolpaba y
conjuraba ideas de muerte y fuego. Quirós no hacía más que palpar
su bolsa llena de piedras.
Hubo
un momento en que una de las ventanas se abrió y de ella surgió una
figura que quedó ensombrecida por la luz, intentó apaciguarnos con
palabras. Cosa que al principio parecía estar consiguiendo, hasta
que de algún sitio surgió un diminuto proyectil que impactó sobre
la sombra que nos hablaba, al impacto respondieron gritos de jubilo,
exaltaciones de la patria...y todo se volvió un caos. Quirós
sonreía a mi lado con una segunda piedra lista en su mano. El animal
humano que formábamos en aquel momento se impregnó de tal locura
que poco puedo entender lo que pasó después: asaltamos el palacio,
destruimos, quemamos, destrozamos, violamos todo lo que encontramos a
nuestro paso. Dicen algunos que incluso, nuestro ahora rey Fernando,
se encontraba entre las manos que intentó apresar a Godoy. Parecía
que jamás conseguiríamos encontrarle hasta que salió a beber agua,
en aquel momento fueron legión las manos que le rodearon.
Han
pasado días y aún no consigo olvidar aquel momento. A mi vuelta a
Madrid no encontré otra cosa mas que la pesadilla aún más grande.
Vi a Fernando pasearse como nuevo rey desde Alcalá hasta el Palacio
de Oriente, un rayo de esperanza. Una esperanza inocua, me hablan de
Murat, que se niega a reconocer al nuevo rey, me dicen que le
engañarán con falsas promesas, me hablan y mientras me cuentan sus
tropas cubren nuestras calles.
Madrid
está invadida. Madrid ha sido forzada a perder su virginidad.
Te
escribiré pronto amada mía,
Ojalá
recuperemos las calles en que nos conocimos,
siempre
tuyo,
J.
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