En la mismita Plaza de la paja, haciendo esquina con la
calle Segovia, se esconde un pequeño tesoro del XVIII, que se nos había
ocultado a los madrileños hasta hace unos años: El Jardín del Príncipe de
Anglona.
Perteneciente a la casa palaciega a la que está pegado, casa
que perteneció al consejero real de los últimos años de Fernando el Católico y
primeros de Carlos I, Francisco de Vargas, su aspecto tal y como lo conocemos
data del siglo XVIII, junto a la restauración del edificio ordenada por los
Marqueses de la Romana, que buscaba un aire más neoclásico, a tono con los cánones
arquitectónicos de La Ilustración.
Abierto al público desde el 2002, cuando el ayuntamiento de
Madrid ocupó el primer piso del edificio, el jardín es un diminuto oasis donde
conviven el canto de los pájaros con el tráfico cercano y las perennes obras en
la zona. Cuatro parches de césped enmarcados con setos bajos rodean la fuente
baja central de granito, que está, desgraciadamente, fuera de funcionamiento. El
pavimento empedrado no apto para tacones, dibuja graciosas formas alrededor de
la vegetación.
Al fondo, pegando a la fachada que da a la Calle Segovia hay
un par de zonas de césped más, con bancos que invitan a sentarse a la sombra, y
una preciosa pérgola, gemela de la que se encuentra en la entrada, que a
finales de la primavera se llena de rosas.
En una esquina, tal vez el rincón más peculiar, hay una
plataforma de ladrillo con un bonito cenador, donde no es raro ver por las
tardes chavales estudiando, o parejas jóvenes que llevan allí a jugar a sus
hijos.
Lo más curioso es la cantidad de clases distintas de árboles
y setos que se pueden encontrar en un lugar tan pequeño. Plátanos y acacias,
combinan con arbustos como madroños, laureles o lilos.
Un lugar para perderse con un buen libro en las tardes de
verano.
Efectivamente,sobrina,es mi rincón favorito para estudiar en las tardes de primavera.
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